Sillas de oficina




Condenadas a galeras en filas de a dos,
con manchas de tinta sudada
a la luz de fluorescentes
nacisteis sillas de oficina
y no palcos de ópera.
  Nacisteis
con el tren de aterrizaje sacado de serie
como esperando el impacto,
con ruedas que os alejan de todo lo inmueble,
para que no olvidéis nunca vuestra temporalidad,
vuestro nomadismo por el escalón más bajo
de la pirámide trófica del material de oficina
soportando solas el peso de bancos,
escaños, reclinatorios y tronos.

Ninguna estatua ecuestre a lomos de vuestra grupa
ninguna en parihuelas, ninguna bajo palio:
ninguna de vosotras pisó jamás
la moqueta prometida del hemiciclo.

Ahora que el futuro viene de nalgas
llegó el momento de no dar nada por sentado,
de dejar de ser carretillas mineras,
asientos de porcelana con cisterna,
banquillos de juzgado y mecedoras de sueños
despeñadas por las pendientes del IBEX 35.

Recordad que en la otra vida os espera cero:
cero recompensa, cero creador,
cero tapicero.

Defended ahora vuestro derecho a un culo digno,
defended ahora vuestro derecho a un culo sano,
vuestro derecho a un culo bien formado.

Defended vuestro derecho
a sentar cátedras y jurisprudencias,
a sentar las bases de un porvenir
en el que ningún glúteo se siente en el vacío
cuando la música deje de sonar.

Cualquiera puede sentarse en un hormiguero
pero solo el necio no se levanta;
levantaos pues y levantad también
la voz, la liebre, el ánimo
y vuestras quintúpedas manos al cielo
hasta hacer girar el mundo.

Extraído de La ansiedad del escapista